No sé si estaré en lo cierto, ya que no me ha tocado vivirlo -por suerte o por desgracia-, pero en ocasiones, desearía pertenecer a esos tiempos, dónde uno no necesitaba del móvil, del ordenador, de la televisión, en definitiva, del consumismo para vivir. Poder disfrutar del aire fresco, sin más preocupaciones que la de dar de comer al ganao, sembrar la finquina y la huerta de atrás. Sabiendo que con la matanza del gocho, el invierno lo tenías asegurao, y que beber un cuarto de vino, no era alcoholismo, si no necesidad pa' seguir el tajo. Lo que necesitabas te lo hacías, y si no, lo conseguías, bajando una vez a la semana al mercado de la cabecera de la comarca. Sin facturas, sin coches, sin gente tontaina con la prisa apretándoles el pescuezo.
Son cosas del pasao, que a veces llegamos a pensar, por el pésimo presente y la mierda de futuro que se avecina.
Y es que, eso de pertenecer a un país "tan del primer mundo" me estresa. Y eso que no soy un ejecutivo de los de gomina y reloj gordo. Pero el problema es que es un círculo vicioso, y sólo ver las prisas de los demás, pone nervioso al personal, y así esta el país, que mejor no tocarlo, no vaya a ser que reviente alguno.
Con lo bien que podíamos copiar a los países latinoamericanos (después de enseñarles nosotros en su época la sangrienta doctrina, ahora son ellos los que nos deberían indicar como actuar) su tranquilidad, su paciencia, su "no tengas prisa, amigo". Tiempo al tiempo, que no es el fin del mundo, el que no llegues a la reunión, que llegues cinco minutos tarde (si siempre te tocará esperar). Es como el conducir, no por mucho correr se llega mucho antes, como mucho media hora; en el coche a toda velocidad te la juegas. En la vida también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario